Vivir sin excusas
Estoy súper emocionado.
Es la primera vez que vamos a dictar un curso en otra ciudad. Finalmente, estamos expandiendo nuestra empresa “a nuevas fronteras“.
El día del curso, estando de camino al evento, paramos en una panadería para desayunar rápidamente. Terminamos de desayunar y regresamos al carro con la ilusión de seguir nuestro camino al curso. El problema es que al entrar al carro, nos damos cuenta de que durante el desayuno… …nos robaron todo lo que estaba en el carro. Laptops, data, cámara de video, material de apoyo… todo ha desaparecido. Nos hemos quedado sin material para hacer el curso de ocho horas de duración que tenemos que empezar a dictar dentro de pocos momentos.
Mi primera reacción es frotar los ojos para ver si esto es realidad… o una pesadilla. Me siento molesto, decepcionado y dolido. Porque todo lo que uno quiere hacer es ayudar a las personas… … y ahora las personas vienen y lo roban a uno.
La reacción de la organizadora del evento es decirnos:
“Nos han robado todo. ¿Cancelamos el curso? Yo, y todo el público, entendemos perfectamente si quieren cancelar el evento bajo estas circunstancias”. Más de 100 personas se han inscrito para este curso. Dar una capacitación de ocho horas de duración sin tener los recursos con los cuales contabas, realmente es todo un reto.
Sin embargo, cancelarle el curso a estas 100 personas que han confiado en nosotros, para mí sencillamente no es una opción. Así que le decimos a la organizadora: “Vamos a dar el curso”. Cuando estoy a minutos de subirme a la tarima, me doy cuenta de que también me han robado mis notas personales con todos los contenidos del curso. Si antes me sentía incómodo, ahora también me siento desnudo: No tengo ni mis anotaciones personales, ni mis contenidos, ni mi presentación, ni un data, ni nada.
Con todos estos recursos desaparecidos, me doy cuenta de que realmente tengo todas las excusas del mundo para cancelar este curso. Pero, a pesar del robo y de que no tenemos nuestros materiales, queremos capacitar a estas personas. Por eso, dejamos las excusas a un lado y empezamos el evento. Al principio, me siento completamente perdido sin los recursos que siempre uso. Sin embargo, poco a poco me acostumbro a esta nueva situación. Empiezan a pasar los minutos, las horas y nosotros seguimos capacitando. Cuando no recordamos muy bien qué parte sigue, sencillamente usamos nuestra creatividad y facilitamos nuevos contenidos.
Finaliza el día, y no sé cómo, pero acabamos de dar un curso de ocho horas de duración, sin material de apoyo y con una audiencia que quedó más que satisfecha.
Después del curso, los participantes se acercan y nos agradecen los contenidos del evento. Pero aún más que eso, los asistentes nos dicen que lo que más admiran es que no detuvimos el curso a pesar del robo. Finalmente la organizadora del evento se nos acerca y dice: “De verdad gracias por haber realizado este excelente curso… … a pesar de haber tenido todas las excusas del mundo para cancelarlo”.
Cuando llego a casa en la noche, me siento más que satisfecho. Porque no sólo facilitamos el curso. Sino que hoy también vivimos y demostramos lo que tanto predicamos. Y lo que tanto predicamos es lo que yo hoy en día llamo “La Ley De Las Excusas“. Esta ley dice que: Mientras menos excusas tienes, más éxito obtienes. Porque si tienes la “excusa” de que necesitas esperar a que todas las condiciones estén perfectamente alineadas para empezar a actuar… … entonces esperarás durante toda tu vida, sin lograr absolutamente nada.
El verdadero secreto para ser un líder se puede resumir en dos palabras: cero excusas. Porque déjame decirte lo siguiente: El que quiere, puede. Y punto. El resto, son excusas. Así que quiero que entiendas que: Las personas exitosas, crean un camino. Las personas que fracasan, crean una excusa. Porque el liderazgo no se trata de que el mundo entienda tus excusas. El liderazgo se trata de que tú no aceptes tus propias excusas. Porque sólo cuando eliminas las excusas diariamente multiplicas tu éxito continuamente.
Así que recuerda: cero excusas.
Dile que “no” a las excusas. Para que el éxito te diga que “sí” a ti.
En amistad,
Stephan Kaiser.